Es la fuente de la vida, el centro de los procesos de decisión, el alimento del Alma, la experiencia en su esencia central; la libertad de elegir; la libertad de ser.
El sol representa nuestra identidad, nuestra individualidad y nuestro derecho a manifestarnos en esta dimensión, en esta forma, dentro de unos patrones de libertad, dentro de unos campos de experiencia o funciones cuánticas asociadas al Alma que somos. Si la experiencia en su conjunto está diseñada, recogida y planificada por el Alma, la voluntad contenida en el Sol sería el campo de experiencia libre, amplio, generoso que recogería en sí mismo los patrones fundamentales de la experiencia del Alma.
Si desde el Alma decido ser un agricultor, en el Sol encontraré la voluntad libre de decidir sobre aquello que quiero sembrar, cuándo lo haré, en qué medida y sobre qué terreno decido realizar la siembra, la recolección y la cosecha, el barbecho, etcétera.
El Alma decide, y el ser humano experimenta. Esas experiencias centrales, esos ejes de vida, se encuentran en el Sol.
Contiene por ello también la no expresión, ese sentimiento de inadecuación, de estar fuera de sitio, de no ser lo suficientemente válido. A menudo disponer de una identidad propia, independiente, insumisa ante las interferencias de terceros, es un hecho ineludiblemente complejo y dificultoso.
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