Júpiter contiene la “dirección social que le damos a nuestras vidas”.
Con la fuerza de Júpiter, podemos salir de nuestro aislamiento egoico y ser
conscientes de lo que podemos hacer en conjunto, en colaboración con otros,
poniendo nuestras fuerzas al servicio de una labor común, solidaria,
globalizada. No sólo se trata de disfrutar individualmente de la vida, sino de
ser participantes activos de la sociedad en la que vivimos.
Vivir en Júpiter es vivir en la
abundancia, gozar del mundo de las diferentes posibilidades, disfrutar de los
sentidos, expandirse por múltiples territorios sin fronteras, abrirse a nuevos
campos y potencialidades, disfrutar de la vida y compartir en grandes grupos
sociales proyectos solidarios. Eso, y mucho más, que por ello es el planeta de
la generosidad y de la abundancia.
Sin embargo, en algún momento,
esa amplitud de experiencia, ¿debiera tener fin?; ¿existe un límite al placer?;
¿se deben poner puertas al campo?; ¿algunos muros son adecuados?
La pregunta central podría ser:
¿Si la experiencia en si misma tiene alguna
finalidad, debería por ende tener un final?
¿Cuándo se acabaría?; ¿quién
sería el encargado de definir y colocar ese final?; ¿en qué lugar y
condiciones?
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